2.- Alegría: El año jubilar es un año de gracia que el Señor nos da en alegría y paz. Es un tiempo para celebrar el amor misericordioso de nuestro Señor, de quien brota toda verdad, unidad, bondad y belleza, y para dar verdadero testimonio de la vida cristiana en los diversos ambientes de la sociedad.
3.- Intercesión: “El Señor ha escuchado el clamor de su pueblo”. Avivar la confianza en el Señor Jesucristo que está sentado a la derecha de Dios Padre todo poderoso y que intercede para transformar los corazones y la historia.
4.- Reparación: Reconocer que a lo largo de nuestra vida hemos producido daños a los demás y el abrazo de la misericordia de Dios es la oportunidad para empezar caminos de reparación. Tener un encuentro personal con Dios misericordioso que nos lleva a reconocer que solo él puede transformar nuestros corazones egoístas en corazones generosos, de ayuda; lo cual nos ayuda a reconocer a Dios presente en nuestros hermanos y en la historia.
5.- Dimensión social de la fe: La Iglesia es el pueblo de Dios en la historia. Su misión, siguiendo a Jesús su maestro y Señor, es acoger y predicar el Reino de Dios. Al acoger el don del Reino, la comunidad de Iglesia se convierte a su Señor (Mc. 1, 14-15). Al predicarlo, es decir comunicarlo, se trata de amar a Dios que reina en el mundo. Es una vocación personal y, a la vez social (E.G. 180).
En la medida que él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. Tanto el anuncio como la experiencia cristiana tienden a provocar consecuencias sociales, (Cf. Lucas 4, 16-32), Mt. 25, 31-46). Un tema que recalcó el Papa Francisco al visitarnos. Y tan importante hoy en el Perú.
6.- Actitud misionera: Como pueblo de Dios, Jesucristo nos manda: "Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación. El que cree y sea bautizado, se salvará: el que no cree, se condenará." (Mc 16, 15).
La misión es un regalo de confianza que nos hace el Señor a todos los bautizados, es decir, nos llama a salir al encuentro de nuestros hermanos más alejados.